Nunca sabrás tus límites si no te empeñas en encontrarlos
Cuando me planteé la posibilidad de hacer un test a finales de Septiembre de cara a la preparación del 50 km de Madrid, y ante la ausencia de pruebas en el calendario español, me vino a la memoria la propaganda que me entregaron el pasado mes de Mayo en Roubaix sobre los 20 km de Binche (Bélgica). En dicha información, había dos datos que despertaban mi interés. En primer lugar, la celebración de los 50 años como marchador de Robert Schoukens. Para un “neófito” en la especialidad, como es mi caso, es de admiración el llevar tanto tiempo marchando y seguir haciéndolo superados los 80 años. Como segundo punto a considerar, estaba el hecho de ser el 32º “Grand Prix Internacional”. 32 años ininterrumpidos de celebración de un 20 km era algo que también despertaba mi admiración ya que desgraciadamente no estamos acostumbrados en España a que esto suceda, ni por el número de celebraciones ni por la distancia. Por último, era una buena ocasión de emplear algún día suelto de vacaciones que me quedaba, y buscar una excusa para poder visitar Binche y Bruselas. Además, y pese a la modestia de la prueba, prometían alojamiento y comida para los extranjeros, el día anterior y el día de la prueba. Asimismo, indicaban que todos se llevarían algún recuerdo de esta competición (“lots” como dicen ellos). Todo lo anterior me llevó a tomar la decisión, previa “negociación” en casa, de apuntarme a esta prueba. Ahora, tras volver de la competición, he de decir que no me arrepiento de la decisión tomada. He podido compartir los momentos de emoción de este gran marchador en su celebración al recordar su larga lista de éxitos. Especialmente, cuando con alguna lágrima en el rostro, recordó como prácticamente le bajaron del avión que le habría llevado a las Olimpiadas de Tokio de 1964, ya que pese a tener la mínima, el comité belga no consideró importante el acudir con un marchador. La prueba en sí misma es un ejemplo, modesta en medios, pero administrándolos de la mejor manera posible. El alojamiento en un albergue, las cenas y desayunos en la propia carpa de la competición. Trofeos y regalos: maletas, edredones, zapatillas, tostadores, etc.…. para prácticamente todos los participantes. Un buen número de colaboradores desinteresados cuidando con abnegación de los detalles. El circuito, como es habitual en Francia, sin cerrar al tráfico, pero controlado por la organización que iba regulando el paso de los vehículos. Trazado muy virado y con algunos desniveles, con el asfalto no muy cuidado, mitad urbano y mitad por los alrededores del cementerio, lo cual le daba un aire algo trágico, especialmente cuando ya llevabas algunos kilómetros en las piernas y veías cruzar por delante de ti a personas con ramos de flores o muy trajeadas y de negro esperando en la puerta la llegada de algún nuevo “inquilino”. Los jueces, ¡ah la eterna cuestión!, haciendo su trabajo con los jóvenes, entre los que por supuesto me incluyo, y algo tolerantes con las personas mayores que a sus sesenta y muchos y setenta años se atrevieron con el 20km. No nos confundamos, al que iba en primera posición le descalificaron y hubo otros 3 que se quedaron con dos avisos subidos a pizarra. Quizás sea esto la clave del éxito de una marcha más popular y participativa, bajar las expectativas, ser creativos e imaginativos en la administración de los pocos o muchos recursos obtenidos y una aplicación del reglamento acorde a las circunstancias y para favorecer la participación. Por último, en lo personal, me ha ido bien en este mi cuarto 20 km, ¡vaya birria con las estadísticas de algunos de los longevos participantes!. He logrado marca personal a mis casi 50 años de edad. Con esta progresión, a la edad de Robert voy a ser un “extraterrestre”. He descubierto que me voy haciendo un maniático, rechacé el dorsal “13” que me daban al inscribirme y tuve que emplear mi mal francés para que me lo cambiaran. Me dijeron : Ah sí, a “El Cordobés” no le gustaba el 13. La decisión fue acertada porque el que finalmente compitió con el “13” se quedó con dos avisos en pizarra. También, cual “Marta Domínguez” a lo feo y en marchador, volví a competir con mi cinta de la suerte de Roubaix, que visto lo visto, prometo llevar en Madrid el 23 de Noviembre. A este ritmo de manías, a la edad de Robert, va a ser un espectáculo verme competir con una pata de conejo colgada al cuello. En definitiva, una buena experiencia y algunos puntos a tener en cuenta para “popularizar” nuestra querida marcha española..