Nunca sabrás tus límites si no te empeñas en encontrarlos
Son días de mucha incertidumbre. Quizás sea cierto que se empieza a ver la luz al final del túnel o, tal vez, sea tan solo una luminaria en la que nuestros gobernantes tienen que hacernos creer. Sea como fuere, no hay futuro si no creemos en algo y os confieso que no se me ocurre nada mejor que tener fe en nosotros mismos. Es cierto que hay que exigir a los que hemos elegido y pagamos para que nos gobiernen, que hagan su trabajo y, a cambio, aceptemos posibles errores involuntarios en su gestión. Los voluntarios, no desde luego, ya que serían perseguibles judicialmente. Tampoco estoy en contra de confiar en seres superiores y rezarlos para que nos ayuden, pero, sin caer en la fatuidad de recordar a JFK, lo mejor es ponernos manos a la obra y no delegar en los demás nuestra obligación de creer en nosotros mismos.
Estos días, aprovechando el tiempo adicional para noostros mismos que nos brinda el confinamiento, releo, de vez en cuando, las reflexiones que hacía y publicaba en este blog, hace poco más de un año. Al reencontrarme con lo escrito en ésta página, no puedo más que ratificarme en todas y cada una de sus palabras. Si entonces las dije con la cabeza y con el corazón, hoy me salen, también, de mis entrañas doloridas, de la rabia contenida y de las lágrimas derramadas por lo que está pasando. Yo, desde luego, no voy a esperar a que otros hagan mi trabajo. Mi vida es mía y mientras no se me quiebre la salud, yo soy el máximo responsable de gestionarla.
Lo que pensaba hace un año
Hoy en día, gracias a las nuevas tecnologías, nos sería muy fácil establecer un ranking de quienes son las personas que son los referentes de nuestra existencia. Bastaría ordenar por el número de seguidores en las redes sociales. Si así lo hiciéramos, los primeros puestos estarían copados por “youtubers”, “influencers”, futbolistas, cantantes más o menos estridentes y provocadores, personajes de “reality shows” y algún politiquillo de escaso nivel moral e intelectual. Y lo que es peor, todos negaríamos ser alguno de esos millones de seguidores de tan insignes seres humanos. No es de extrañar, a la vista de lo anterior, que un sentimiento general de pesimismo invada a las sociedades occidentales o del llamado primer mundo. Dejo a un lado a los otros mundos, ya que, para ellos, nosotros somos sus referentes. Los que no tienen nada, quieren ser como nosotros porque piensan que nuestra vida es plena y llena de oportunidades. Y por eso, se empeñan en cometer nuestros mismos errores.
Necesitamos un rearme moral con urgencia y nadie, más que nosotros mismos, puede lograrlo. Gracias a las nuevas tecnologías se ha demostrado que pequeños pasos dados por seres individuales, si logran tener la trascendencia y repercusión adecuadas, pueden dar un vuelco a nuestro pesimismo.
Tenemos que empezar a creer en nosotros mismos y demostralo dando pequeños pasos individuales en la dirección adecuada. Nuestra vida debería ser un continuo aprendizaje. Sin olvidar que se aprende a vivir viviendo.
¿Cuáles son los ingredientes básicos con los que debemos cocinar, a fuego lento, la plenitud de nuestra vida? Para mi serían estos y no quiero parecer cursi. Necesitamos amar y ser amados. Debemos perdonar y ser perdonados. Hemos de acompañar y ser acompañados. Tenemos que enseñar y ser enseñados. Hay que perder el miedo a caerse y levantarse, a la vez que si vemos caer a alguien, tenemos que ayudarle a levantarse.
¿Os parece imposible de lograr? Son pequeñas gotas de agua que unidas a las de los demás, primero llenarán un vaso, luego un cubo y acabarán llenando ríos y mares. No nos debería ser más fácil buscar las dificultades que nos impiden caminar, que pensar en cómo sacarle partido a nuestra existencia.
Hemos de tener claro cuál queremos que sea el objetivo de nuestra vida, establecerlo en nuestro plan existencial, pelear cada día por él y buscar compañeros de viaje.
Si hacemos caso a los modelos que transmiten los referentes que mencioné al principio, podríamos pensar que el objetivo vital debería ser ganar mucho dinero, ser muy famosos, mandar mucho, ser deseados sexualmente y otro sinfín de sin sentidos. Y si además lo podemos conseguir rápido, mejor. Esto sería como aprender a vivir muriendo, porque un día después de que desaparezcamos nadie nos echará de menos. Fijaros en todos los problemas que ocasionan las herencias de los famosos y si alguien les echa realmente de menos.
Por contra, podemos aprender a vivir viendo. Haciendo cosas sencillas, pero que sean valoradas por nuestros compañeros de viaje y que nos hagan sentir como personas. Al ser humano actual nos falta autoestima y autoconfianza. Por eso nos dejamos llevar por el derrotismo y caemos en depresiones no siempre justificadas. Y esa es la razón de que nuestros referentes sean los falsos profetas de las redes sociales. También esta es la causa de que prefiramos seguir mandatos divinos o políticos, en vez de pensar por nosotros mismos, pelear por nuestros derechos y asumir nuestros deberes como habitantes de este mundo que nos ha tocado.
Otro futuro es posible si empezamos a creernos la fuerza individual que nos da nuestro presente. Os pido y os animo a que os lo creáis y hagáis un buen uso de vuestra valía individual, sea cual sea.