Nunca sabrás tus límites si no te empeñas en encontrarlos
En el silencio de la noche,
tus ojos abiertos
esperando la señal,
esa rutina diaria
que te expulsaba de la cama,
con desagrado, pero sin duda.
Al fin suena la radio,
pero tu cuerpo no reacciona,
tus oídos sordos
al run-run de las palabras.
Tus ojos clavados al techo.
Tu mente ebulle,
por qués infinitos
que rebotan de sien en sien,
incapaces de abandonar ese laberinto
de aturdida desesperación.
Te escondes pensando
¿será una pesadilla?,
te resistes a aceptar tu nueva condición.
No puede ser, a mi no
Buscas excusas imposibles
que rompan el desasosiego
que inunda tu alma.
En explosión descontrolada,
van y vienen fogonazos,
recuerdos desesperados del ayer:
sí del ayer mismo
cuando te llaman,
entras en esa sala
que era de reuniones
y ayer fue paredón de fusilamiento,
¿Qué te dijeron?,
te bloqueaste a la segunda frase,
La primera alcanzó de pleno tu corazón,
y ya no hubo más capacidad
de entendimiento.
El siguiente cohete te ilumina
empaquetando tus cosas,
emprendiendo el exilio,
por aquel corto,
pero interminable pasillo.
Susurros, siseos,
no quieres volver la mirada,
¿estás avergonzado?
Tu mente ebulle
por qués infinitos
que rebotan de sien en sien,
cayendo en un pozo
de profunda decepción.
Sigues tumbado
silente e inerte,
tu instinto descubre
un ruido de la calle,
fuerza tu mirada,
ya es de día.
Por fin, tu cuerpo se ha movido,
te yergues a media luz.
En ese espejo clavado al frente
una esfinge se parece a tí,
pero no te reconoces,
mirada perdida,
expresión ausente
labios sellados.
Solo te diferencia de la muerte
esos ojos abiertos,
clavados en esa realidad que no aceptas
Tus manos,
¡ay tus manos!,
como si levantasen cien kilos,
han golpeado tu cara,
quieren sosegar a
Tu mente que ebulle
por qués infinitos
que rebotan de sien en sien.
Un ventrílocuo diablillo escondido
en tu interior escupe un: ¡Basta!
que asciende hasta
explosionar en tu boca
Has despertado,
hay luz, estas vivo,
te puedes mover.
Te sientes como el púgil aturdido,
que levanta de la lona,
en este asalto te han noqueado,
debes abandonar ese cuadrilátero.
Tu mente ya no ebulle
por qués infinitos
que rebotan de sien en sien,
la rabia ha asaltado ese espacio,
quieres devolver el golpe,
ansías volver al gimnasio
a preparar el próximo combate,
anhelas conocer a tu próximo rival.
Te queda un largo camino,
pero el primer paso está dado,
al menos aceptas la lucha.