Nunca sabrás tus límites si no te empeñas en encontrarlos
De repente alguien cree haber descubierto el mundo cuando ha dado a luz una idea brillante e innovadora, además cree que representará un antes y un después que cambiará el mundo. Sin embargo, la realidad detrás de esa idea no deja de ser un escaparate que esconde la verdad.
Esa es la sensación que me invade cuando veo en los rankings de “las mejores empresas para trabajar” a aquellas que dicen haber incorporado en sus lugares de trabajo, facilidades que permitan a sus empleados disponer de entornos de ocio que faciliten su creatividad, aumenten su satisfacción e involucración en el trabajo, mejoren las relaciones interpersonales y alivien las horas que se pasan trabajando.
¿Armas de esta nueva filosofía?: muchas., entre las que cabe citar:
- Mesas de ping-pong
- gimnasios
- salas de video juegos
- entornos “chill out” - etc, etc..
No son ideas tan innovadoras. Yo recuerdo de pequeño (¡hace medio siglo!) oír comentar a mi padre que en su trabajo se iba en algún momento a la “sala de descanso”. Posiblemente en aquel momento, el término estaba bien justificado, el trabajo era muy físico, se debía parar cada cierto tiempo para coger fuerzas, comerse el bocadillo y leer el papel de periódico que lo envolvía o comentar el último partido de fútbol.
Hoy, estas ideas “innovadoras” son fruto del marketing que también ha llegado a la gestión de los “recursos humanos”. Un marketing que se complementa con iniciativas como gestión del talento, conciliación familiar, conservar a los mejores. Todo esto está muy bien y es sin duda eficaz, pero la realidad que transmite el mundo empresarial actual es muy distinta. Una empresa solo invierte en mesas de ping-pong para sus empleados si el retorno de esa inversión es positivo para ella y las tirará a la basura al segundo siguiente de que dejen de darle beneficios.
El contrasentido de estas medidas “buenistas” está en que están orientadas al medio plazo y al establecimiento de una relación duradera trabajador-empresa (uso estos términos anticuados, a fuer de saber que suenan a carcas, pero es que reflejan la verdad de la relación).
Por contra, las empresas actuales, aunque sus estrategias de marketing y comunicación digan lo contrario, solo saben trabajar y tomar decisiones en base al corto, o incluso cortísimo plazo. La filosofía del “tiempo real” ha prostituido la vocación empresarial, una empresa que no triunfa en su primer año desaparece. Se reacciona y trabaja para dar valor al accionista. Si los analistas de mercado dicen que la acción subirá por crear entornos amigables de trabajo, entonces se hace. De la misma manera que si dicen que para dar idea de empresa moderna hay que rebajar la edad media de la plantilla, se echa a la calle a los mayores de 50 años.
Aun pueden existir algunos contra-ejemplos en empresas familiares, que si logran sobrevivir, sí están más orientadas al medio plazo. Los dueños de estas empresas están involucrados en el negocio, cosa que no le sucede a un accionista que va moviendo su dinero en función de por dónde sopla el viento económico.
Entonces, ¿por qué es necesario crear entornos amigables de trabajo?. La respuesta es muy sencilla, no es para retener, sino para atraer o mantener (no es lo mismo que retener). Guste o no, a día de hoy se siguen necesitando “seres humanos” para poner en marcha los proyectos empresariales y para ello se necesitan oficinas o talleres que permitan a esos seres humanos desarrollar su actividad (“producir” como se decía antes).
Esos lugares de trabajo, al igual que necesitan mesas y sillas ergonómicas, aseos, agua, luz, calefacción, aire acondicionado, necesitarán mesas de ping-pong y entornos “chill-out” (salas de descanso).
Del mismo modo que el pack de retribución a los trabajadores, aparte de un salario, deberá incluir planes de pensiones, seguros de vida, posibilidades de conciliar o flexibilizar la jornada laboral.
Y ambas cosas, no por crear un idílico entorno de trabajo, sino porque serán necesarias para disponer de la “mano de obra” de hace medio siglo o del “capital humano” de nuestra época actual. Y aquí viene la paradoja, pese a que la motivación empresarial no ha cambiado en este medio siglo, el “progreso” con el que, pese a todo, nos sorprende la raza humana, ha logrado mejorar las condiciones “personales” del mundo laboral, al menos en el mundo civilizado. Esperemos que la globalización logre extender estos avances al resto del mundo y no al revés.
Me dicen que transmito negatividad en mis planteamientos, aunque busco todo lo contrario. Creo en el ser humano y en su capacidad de evolución para plantarle cara a los planteamientos autodestructivos que nos persiguen. Hay una especie de principio físico de acción-reacción (o ángel de la guarda). En este caso, cuanto más se trata de maximizar los beneficios empresariales, sin saber muy bien por qué, en paralelo se mejoran también las condiciones de trabajo, aunque esto no fuera el objetivo inicial perseguido.
Por ello, disfrutad de las mesas de ping-pong, a mi me llegaron tarde..