Nunca sabrás tus límites si no te empeñas en encontrarlos
El concepto de “reinventarse”, no sé si por necesidad personal o por interés sociológico, martillea últimamente en mi cerebro pidiendo a gritos que dé rienda suelta a mis pensamientos y los exponga libremente. Aunque de vocación y formación puede decirse que soy de “ciencias”, siempre me ha atraído, aunque sea de forma “amateur”, el analizar los comportamientos humanos y construir teorías que sin base científica alguna, y basadas en mi limitada capacidad de observador y en mi mejor o peor sentido común, expongan ciertos modelos de comportamiento del “ser humano moderno”, es decir de mí mismo y del resto de entes que me rodean en estas coordenadas espacio-tiempo concretas. Por ello sin rubor, y a sabiendas de poder ser tachado de analfabeto sociológico, me atrevo a expresar en los siguientes párrafos qué me sugiere el concepto “reinventarse” y por qué cada vez es mas necesario conocerlo y estar dispuesto a adoptarlo varias veces a lo largo de nuestra existencia. En primer lugar y para sentar las bases de mi razonamiento, empiezo indicando que considero que el ser humano moderno, como lo he etiquetado antes; navega desde que adquiere la edad adulta hasta que se extingue, por tres dimensiones vitales: la profesional, la social y la personal. En la profesional se engloban todas aquellas actividades que básicamente financian el resto de dimensiones a través de la obtención de un rédito por nuestro trabajo o también que nos preparan o habilitan para obtenerlo. Salvo excepciones, y llevándolo a una simplificación y generalización excesiva, se percibe como un mal necesario para poder vivir. La mejor expresión que resume esta dimensión sería: “trabajo para vivir” La social, es la que nos ayuda o permite dar sentido a nuestra vida a través del reconocimiento y entrega que recibimos de o damos a otras personas. Por ejemplo, aquí entrarían las distintas formas y relaciones dentro de la vida en pareja, la vida familiar o la vida social en general. No se si sería afortunado y menos compartido por todos, el resumirlo en: vivo para querer y/o ser querido, entendido en sentido amplio y no circunscrito en exclusiva al ámbito de las relaciones en pareja o sexuales, aunque también formen parte de esta faceta social. Finalmente, la nueva dimensión que va ganando protagonismo desde el siglo pasado, es la personal. Y ello se debe a una cuarta dimensión, que ya introdujo Einstein en el debate científico y que aquí también juega un papel predominante: el tiempo. Me explico, gracias a los avances que se han experimentado en los dos últimos siglos, nuestra vida ya no solo es trabajar, perpetuar la especie o tener una grupo de amigos(as). Ahora hay parte de las 24 horas del día que podemos y debemos dedicar a nosotros mismos. Sin animo de introducir debates absurdos, hemos heredado hábitos que antes solo tenían aquellos que no necesitaban trabajar para vivir y por ello podían leer, escuchar o tocar música, ir al teatro, viajar, hacer deporte (antes montar a caballo, cazar), etc. Actividades todas que empezaron en las “élites” y que ahora afortunadamente se han “socializado” al menos en el mundo occidental. Pero no acaba aquí la influencia de la cuarta dimensión temporal. Si comparamos nuestras vidas, con las de nuestros tatarabuelos, nos daremos cuenta que hoy la esperanza de vida casi nos permite tener tiempo de vivir dos vidas como las que ellos vivieron. Hoy, salvo caer en el percentil estadístico no deseado, seguramente alcancemos los 80 años o más y es probable que nuestros nietos o biznietos puedan llegar a los 100 en promedio y algunos afortunados(?) alcanzar o acercarse a los 120, si sigue existiendo el mundo para esas fechas y no lo hemos destruido antes. Ello significa que la dimensión personal va progresivamente ganando peso según nos vamos haciendo mayores. Y llegado el ansiado momento de la jubilación pasa a ser la predominante y más nos vale que nos coja preparados para gestionar adecuadamente ese tiempo extra en lo personal. Otra cosa es si vamos a tener financiación para emplear ese tiempo de una forma lo más beneficiosa y saludable posible. Lo que me lleva a que también tenemos que empezar a educar a las generaciones próximas en la realidad de no solo aprender a gestionar el tiempo “personal” sino en “ahorrar” para ser capaces de aprovechar la “prorroga del partido” post-jubilación que puede llegar a ser de mayor duración que el tiempo de juego. El riesgo que se corre sino, es, siguiendo con los símiles deportivos, que sean “los minutos de la basura”. Por supuesto, también podemos confiar en que la clase política haga sus deberes, pero yo siempre tendría un plan “B”, visto lo visto. Y es también por culpa de esta cuarta dimensión temporal, por lo que el concepto “Reinventarse” se va a convertir o se ha convertido ya, en una necesidad inherente al hecho de estar y seguir vivos y afectará a nuestras dimensiones profesional, social y personal varias veces a lo largo de nuestra ascensión por la dimensión temporal de nuestra vida. Aprovecho este punto de mi razonamiento para sugerir e incluso, demandar, que sea introducido urgentemente como materia de estudio y aprendizaje, en nuestro sistema educativo si queremos formar generaciones aptas para vivir en este nuevo escenario “moderno”. Analicemos una por una, nuestras tres dimensiones: profesional, social y personal y pensemos en cómo han cambiado entre un “baby boomer” como yo y un “millennial” como mis hijas. Cuando yo afrontaba el periodo de mi vida en que debía tomar las decisiones “trascendentales” que iban a marcar mi futuro profesional y social, pensaba en la criticidad del momento: lo que ocurriera marcaría el resto de mi vida, al igual que había ocurrido con mis padres y los padres de mis padres. No había espacio para equivocarse, o dicho de otro modo no había margen de reinvención, salvo aceptar el caer en el pelotón de los torpes. • Profesionalmente, nuestro objetivo era encontrar la empresa o negocio perfecto que nos diera una buena rentabilidad económica, oportunidades de progresar y desarrollarnos y que nos condujera suavemente a la ansiada edad de 65 años, si teníamos la suerte de llegar vivos. • En lo social, se buscaban relaciones estables y para toda la vida. • Pensar en la faceta “personal”, era un lujo al alcance de pocos; como mucho se empezaba a percibir que existía algo parecido y que normalmente se asociaba a países de alto poder adquisitivo. En nuestro entorno próximo era común poner como ejemplo a Suiza o a los países nórdicos. Durante nuestro discurrir por el tiempo de nuestra vida, hemos tenido que aprender, normalmente a base de la necesidad creada por golpes vitales u otras situaciones acaecidas, a reinventarnos profesional y socialmente y a darnos de bruces con la posibilidad de tener algo de tiempo para trabajar nuestro desarrollo personal. Este aprendizaje para mi generación siempre ha sido a base de prueba y error. Por ejemplo: • Cambios tecnológicos a una velocidad nunca antes vista, que han revolucionado el entorno laboral y obligado a estar en formación y reinvención continua. • Transformación de las relaciones empleador-empleado, se trataba de derrumbar el modelo de los siglos anteriores basado en el jefe o el dueño. Falsamente las empresas se lanzaban a crear un marketing de entornos idealizados basados en el trabajo en equipo, los valores de empresa, el ambiente de trabajo, el crecimiento profesional etc,. Desgraciadamente, la realidad subyacente era y es cada vez más, la gestión basada única y exclusivamente en crear valor para el accionista siendo el empleado un mero instrumento para conseguirlo. Por contra, aplicando la física de acción y reacción, los trabajadores se centran en mejorar su currículum y saltar de empleo en empleo para ganar más y progresar, hasta que en uno de esos saltos caen al vacío y deben reinventarse desde el suelo si aun les queda tiempo que gastar en esa reinvención. El problema es que la educación que nosotros recibimos y que se grabó a sangre y fuego en nuestros principios, estaba a años luz de la realidad que cada año iba mostrándose mas tozudamente. Tuvimos que aprender a disimular, a comulgar con ruedas de molino para no caer antes de tiempo, subsistimos, hasta que ya no se pudo más y como premio a nuestros años de trabajo, salvo contadas excepciones, recibimos o un arrinconamiento o un retiro antes de tiempo. A otro escenario se enfrentaron los que decidieron inicialmente o en algún momento de su carrera, trabajar para ellos mismos. Asumieron mucho riesgo y algunos afortunados salieron bien parados, pero también muchos fracasaron en el intento. Si esto fue de manera muy resumida, la reinvención profesional, ya no os cuento lo que ocurrió en la reinvención social. Nos educaron para pelear por establecer relaciones duraderas, basadas en el compromiso mutuo y la búsqueda de lo que nos une más que lo que nos separa. La evolución social nos llevó a un escenario completamente distinto: o buscar la reinvención continua de las relaciones sociales para mantenerlas y no dejar que se murieran o reinventar continuamente nuestras relaciones buscando nuevos socios, entiéndase amigos, parejas o similar y que duran mientras hay intereses comunes. Cada cual decidió lo que buenamente pudo, normalmente combinando en algún, o en varios momentos, ambas opciones. Estas revoluciones en la faceta profesional y social, han tenido un claro impacto en la faceta personal para las nuevas generaciones, provocando que ahora queramos que todo gire entorno a nosotros, es decir a nuestra faceta personal. Nuestros hijos, como norma general con excepciones, primero quieren vivir y disfrutar antes de intentar asumir algún compromiso en lo profesional o social. Y a ello también ha contribuido, el que a diferencia de lo que nos sucedió a nosotros con nuestros padres, ellos han visto cómo nosotros hemos empezado a tener algún tiempo para dedicar a nuestra dimensión personal. Además, les parecía que estábamos más contentos cuando nos dedicábamos a ello que cuando nos dedicábamos a trabajar, a interactuar socialmente, o peor aun, a ocuparnos de ellos; llegando a la percepción para algunos de nuestros hijos de que ni siquiera nos preocupábamos por ellos. ¿A qué nos lleva todo esto?. En mi opinión, a aceptar que el concepto/necesidad/deseo de reinventarnos ha venido para quedarse a lo largo de todas las dimensiones durante nuestro tiempo en ese mundo. Nos tendremos que reinventar varias veces en lo profesional, en lo social o en lo personal a lo largo de los 120 años de vida que en algún momento alcanzarán las generaciones venideras. Por ello, insisto en que debemos educar desde pequeños a gestionarlo adecuadamente y aceptarlo emocionalmente, e incluso a perseguirlo sanamente como objetivo vital y de supervivencia. Lo primero que deberíamos es definir qué es reinventarse, ya que en este concepto cabe tanto la lógica evolución vital, social o emocional como las revoluciones que trasforman radicalmente nuestra vida, pero que inevitablemente van dejando traumas, sinsabores y algún que otro jirón vital por el camino. Sin olvidar que cada revolución acaba antes o después en una contrarrevolución y volvemos a la casilla de salida como en el juego de la oca. Para finalizar este compendio de reflexiones y pensamientos de aficionado “social” solo se me ocurre hablar de mi caso concreto, de cómo he afrontado mis reinvenciones y de cómo estoy preparado para afrontar las que aun puedan venir o suceder. Todo ello, sin excluir las que yo voluntariamente busque, en especial en el cultivo de mi faceta personal. En lo profesional, alguien me podría acusar que no me he reinventado, solo he trabajado en dos empresas: en la primera más de cinco años y en la última casi 30. Pero lo que hay debajo de estos más de treinta y cinco años es una continua reinvención. Estudié Ciencias Físicas, profesión que solo ejercí tres meses mientras tuve una beca para la formación del personal investigador. En mi primera empresa fue contratado para poner en marcha un departamento de diseño electrónico, sin saber ni lo que era un transistor, un diodo o un amplificador. Tuve que hacer un aprendizaje a marchas forzadas asimilando los conceptos básicos, aprendiendo a manejar osciloscopios, voltímetros, a soldar circuitos impresos, a programar microprocesadores en lenguaje ensamblador y a dirigir y a ganarme a personas más mayores que yo, con muchísimos más conocimientos y que su único defecto era que no eran titulados universitarios como yo. No contento con esta reinvención di un nuevo salto en mi carrera y me reinventé como experto en software de gestión para Producción y mantenimiento de plantas industriales. Luego vinieron años de controles de Presencia y Acceso. Todo esto en un periodo de diez años en el que también tuve que convivir con diversas optimizaciones de la empresa para la que trabajaba y con la desaparición del tejido industrial asociado a las soluciones que prevendía y/o ayudaba a implantar. Posteriormente llegué a la Dirección de Proyectos para soluciones que primero se llamaron de “Datawarehousing”, luego se renombraron como “Business Intelligence” y en los últimos periodos como “Data Analytics”. Veinte años de continua reinvención proyecto a proyecto como diría un buen “Atlético”. Estos mas de treinta años de reinvención profesional se han basado en no resistirme como reacción inicial a los cambios, siempre he tratado de ver las oportunidades que podían aportarme y qué cosas podía/debía mantener de mis etapas anteriores, buscando la fusión de ambas etapas más que la fisión. En paralelo, he tratado de mantenerme fiel a ciertos principios y valores a los que no estaba dispuesto a renunciar. Esto ha sido la parte más complicada ya que me ha creado a veces situaciones difíciles y posiblemente no me ha permitido evolucionar profesionalmente en algunos momentos, a cambio siempre he dormido muy a gusto y conscientemente no he dejado ningún cadáver en la cuneta. En cuanto a mi faceta social, también desde fuera puede parecer que me he reinventado poco. Soy de formación y convicción “conservador” en las relaciones. Ello no implica que me eche a dormir y no trabaje por “conservarlas”. Si cojo lo más importante en lo social, que para mí es mi vida en pareja, mantengo una estabilidad de más de 35 años. Pero, al igual que en la faceta profesional, ello se ha debido al trabajo de reinvención continua en equipo de esa relación: pasando de la ilusión y descubrimientos iniciales, a la etapa de proyectos vitales en común, al nido vacío e incluso a la llegada de los nietos. Y todo ello, asimilando y aceptando el envejecimiento mental y físico tanto propio como de mi compañera, buscando nuevas iniciativas, en definitiva trabajando por reinventar la relación para no dejarla morir o caer en la rutina. Podría decirse que cada día hay que “regar”, vigilar si hay algún síntoma de falta de vitaminas y trabajar en crear brotes nuevos. Por último, la faceta personal. Esta es la que más reinvención ha requerido y estoy seguro que requerirá en adelante. Afortunadamente, hace ya mas de veinte años que he tratado de tener una afición personal que complementara mi faceta profesional y social y aumentara mis ganas por estar vivo y marcarme retos y objetivos de superación personal. Lo más difícil fue dar el primer paso, en mi caso una simple vuelta trotando a un campo de fútbol moviendo mis 94 kilos. No pude seguir, pero no arrojé la toalla, volví al día siguiente y desde ese momento y con el paso de los tiempos he sido capaz de marchar 50 kilómetros, correr pruebas de hasta 24 horas o ir dos veces de Madrid a Segovia andando y corriendo, entre otras locuras siempre ligadas a las distintas disciplinas del mundo del atletismo. Ahora, fruto de las limitaciones que empieza a tener mi cadera, no descarto una nueva reinvención y debutar como triatleta a los 60 años. Por supuesto, que no estoy diciendo que todo el mundo deba hacer lo mismo, pero que sí hay que trabajar también cada día nuestra faceta de tiempo personal. Opciones las hay ilimitadas, leer, bailar, cocinar, viajar, hacer maquetas, cualquier tarea que nos haga sentir la vida, nos permita crecer como personas y olvidarnos de problemas. Y por supuesto, reinventándonos para no aburrirnos y marcándonos retos y objetivos un paso (¡nunca dos!) mas allá de nuestra zona de confort. No vale aprender a bailar la bachata y estar todos los días bailando la misma canción por decir que hacemos algo, al menos cambiemos la música de vez en cuando. Tampoco nos conformemos con salir a dar un paseo y observar cómo avanzan las obras del edificio de enfrente (es chiste). Como conclusión final y cierre, si tenemos la suerte de vivir muchos años es seguro que nos tendremos que reinventar parcial o totalmente varias veces en nuestra vida y en todas las facetas. Si no lo hacemos caeremos en depresiones, afrontaremos crisis, perderemos amigos y estaremos comprando boletos para ser unos fracasados profesionales, sociales o personales. Un consejo, cada día mientras desayunamos, preguntémonos como y en qué me voy a reinventar hoy para evolucionar profesional, social y personalmente. Incluso los jubilados, prejubilados o preretirados también debemos preguntarnos cómo reinventarnos profesionalmente. Existe la posibilidad de ampliar o completar estudios, trabajos voluntarios, grupos de intercambio de tiempo (yo te ayudo a cambio de que tu me ayudes), etc.… ¡Suerte, vista y a reinventarnos!